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STORYLINES #4 // LA LUCHA POR PERTENECER

Experiencias que disparan reflexiones personales... o, ¿serán inter-personales?

A raíz de la semana de la moda (BAFWeek Marzo 2023) tuve una regresión al 2015, aquel momento en que decidí salirme de la industria de la moda, pensando en jamás volver.


Antes de comenzar con un relato de amor-odio para con la industria en la cuál estoy inmersa laboralmente hace 10 años, me parece pertinente hacer hincapié en la absurdez y locura de organizar eventos multitudinarios en plena temporada Piscis.


Siempre me consideré una persona demasiado sensible para la vorágine de la industria. Así y todo, las cuestiones filosóficas y psicosociales que envuelven al comportamiento humano en relación a la moda y sus ciclos infinitamente repetitivos me continuan atrayendo.


La curiosidad mató al gato.


El mes de marzo 2023, no sólo fue caótico, agotador, hiper-sensible, intenso y drenante, sino que además me permitió viajar en el tiempo, a aquella vez en que estaba terminando la carrera de Comunicación de Moda y mi vida dio un vuelco. En el 2015, mi situación profesional era muy diferente, pero en lo personal, comienzo a hilar fino, y encuentro grandes similitudes.


Hace 8 años, me sentía atrapada en una vida que me consumía, que no me dejaba ser libre; una vida en la que mi tiempo y energía estaba supeditada a las necesidades, deseos y proyectos de otrxs. Así, llegó mi primer cuadro de estrés, que constituyó un antes y un después en mi vida.


En un contexto en donde mis problemas de salud e inestabilidad emocional se exacerbaban cada vez más, decidí salirme de la industria de moda para 'jamás volver'.


Pero, como algunxs sabrán, eso sólo duró dos años.


La locura del ser (dentro y fuera) de la industria de moda es mi droga favorita. Porque lo fascinante es la construcción alrededor de este arte, una construcción superficial y frívola que esconde la oscuridad más profunda y siniestra de la especie humana.


Por más que no me guste, porque me sigo resistiendo a mi energía canceriana, la pertenencia nos atraviesa no importa el contexto temporal ni espacial. La moda, como todo aquello que es popular, es pertenencia pura.


Una de las cosas que más me emociona de la industria (fuera de la locura de la gente) es la capacidad de síntesis que existe en este arte, la riqueza de los símbolos que se portan, y cómo se esconden miles de meta-mensajes en el lenguaje más expresivo, cambiante, cotidiano, comunitario y, a la vez, diferencial.


Habiendo definido y entendido qué es lo que representa el amor (o fascinación) en esa relación de amor-odio para con la industria en la cuál me profesionalizo hace una década... me queda pendiente la segunda parte de la historia.


En el contexto del marzo actual tuve la regresión de ponerme en contacto con ese odio. Y sí, soy extremista, porque para amar tanto algo, también hay que enfrentar su polo opuesto. Aunque, reconozco, que lo que me permite seguir en esta rueda sinfín son los hermosos matices.


El BAFWeek de la presentación de las colecciones otoño-invierno 2023 me puso cara a cara, una vez más, con mis fantasías que rozan lo utópico. Así, encontré la desesperanza más cruda y dolorosa, en la infantil esperanza de que algún día esta industria podía cambiar para mejor.


No voy a decir que del 2015 al día de la fecha no hubo avances en la moda, pero sí creo que aquello que en su momento me alejó de la misma, hoy sigue demasiado presente.


Siempre soñé con que la transformación de la moda nos llevara a la inclusión, a la posibilidad de que, desde adentro, podamos comunicar cómo es posible ser parte de este mundo que, desde afuera, parece casi inalcanzable, divertido y emocionante. Pero, mi pobre luna pisciana, recibió la cachetada de realidad que, a veces, necesita... una cachetada que destruye todo tipo de refugio de ensueño.


Más allá de todo lo que sabemos que acarrea y genera esta industria capitalista en el medio ambiente y en la psiquis de lxs consumidores, me interesa poner el foco en cómo el cambio debería gestarse dentro para poder materializarlo en el afuera. Aunque ahora que lo bajo a palabras, siento que es una espera idílica, tal y como soñar con que el anarquismo funcione.


Cuando analizo estas cuestiones, recuerdo a una persona que me enseñó cómo, al filosofar, siempre nos olvidamos del factor más importante: el factor humano. El ser humano como animal que lucha por la supervivencia, compite por tener poder y busca la aceptación de algún grupo al cual admira o aspira pertenecer. Y, en la moda, tampoco nos salvamos de eso.


Lamentablemente, al día de hoy, porque el factor humano no desaparece, sigo topándome con personas que sólo buscan trepar y pertenecer a esa elite de la industria en la que todo parece más brillante. Cuando, la realidad, es que todo es un juego de espejos en donde 'hoy me conviene pertenecer' a determinado lugar por supervivencia pura. Pero, si mañana tengo el poder, observaré a todxs desde 'la cima'.


Al fin y al cabo, el adentro de la industria de moda es un juego de poder aristocrático, porque el ser humano muta hacia el afuera, pero su base, en gran parte, es siempre la misma que hace miles de años.


Así como alguna vez escribí un libro donde afirmo que para que la moda sea sustentable, la misma debe morir... hoy, refuerzo esa muerte de la moda en torno a la inclusión. Lugar, hay para todxs, pero quienes quieren convivir con esta lucha de supervivencia a diario son pocxs.


No obstante, siempre sigue presente en mí ese idealismo fantasioso pisciano que sueña y se auto-convence de que, poco a poco, nos podemos ir acercando a esa utopía, por más lejana e inalcanzable que parezca.


Porque la única forma de cambiar un sistema es desde adentro.